martes, febrero 09, 2010

Amor de metro y cafe

Ella era atractiva, no demasiado bella pero atractiva. La más atractiva del vagón del Metro de Madrid esa mañana. Portaba un libro pegado a su vientre que debía tener no más de 150 páginas. Él era aún más bello que ella y entró en el vagón a su misma vez. Aunque dormida, empezó a leer no sin desgana la primera página. En la segunda él ya se había enganchado. Al libro, de momento. El primer capítulo sólo dejó entrever una atracción entre un chico y una chica que andaban tomando café muy cerca, pero cada uno por su cuenta. De momento.
Al día siguiente, y por una dudosa casualidad, los dos jóvenes del Metro volvieron a encontrarse en el vagón y, qué suerte tuvieron, que pudieron volver a sentarse al lado. La chica no le recordaba del día anterior pero el chico a ella sí en cuanto pudo darse cuenta de que llevaba el mismo libro que antes había leído con sigilo para no parecer demasiado descarado. Pero ese día no pudo contenerse, y leía casi a la misma altura que leía ella.
El tercer día, ella por fin se dio cuenta de que no era la primera vez que había visto a ese joven, y que no debía hacer demasiado tiempo. Mientras tanto, la relación de los dos protagonistas de la novela de la chica del Metro, más cercana al joven a medida que los días transcurrían, iba viento en popa, estaban casi enamorados. Como los jóvenes del vagón.
El cuarto día por fin se enamoraron. Los personajes de la novela, por supuesto. Los chicos del vagón aún no se miraban, pero los dos sabían del otro mucho más de lo que ellos pudieran creer. En la novela había playas, y en Madrid no. En la novela había besos, y en el Metro de Madrid no. Y en la novela había amor, y en ese vagón, todavía no.
Al día siguiente, sólo faltaban quince páginas. Después de todas las aventuras del libro, los protagonistas debían volver. A falta de 3 páginas, la novela iba muriendo igual que el amor de sus personajes. El amor no moría, qué carajo. Murieron ellos en el viaje de vuelta.
En la última página, no había lágrimas, pero en el Metro de Madrid sí. Lloraban los dos chicos. Cuando la chica cerró la cubierta de la novela, pasaron 3 segundos. Ella le miró muy triste, a pesar de haber leído la novela más emocionante de su vida. Él no pudo contenerse, y casi sollozando dijo:
- Entenderás que no me puedo bajar sin invitarte antes a un café.
Y ella, rotunda y casi descarada, aunque con lágrimas respondió:
- Por supuesto, entenderás que no puedo morirme sin haberlo vivido.


1 comentarios:

Anónimo dijo...

Sonrisa, brillo en los ojos, incredulidad, esperanza, libertad, soledad, fantasia un sueño... El amor.

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