Diciembre significa muchas cosas.
Luces de colores, música por la calle, papel de regalo brillante.
En mi caso significa frío.
No esa clase de frío que te hace temblar y soplarte en las manos para calentarlas.
No, es más bien ese frío que nace dentro de ti. Un frío seco, implacable.
El frío de un pasillo a oscuras. De un salón sin chimenea ni arbolitos, de una televisión en silencio, de una vida a solas. El frío de una culpa insoportable.
Diciembre significa recordarte. Cuando logramos huir de nuestras patéticas vidas y decidimos crear la nuestra. Sí, fue una vida breve. Menos de 48 horas. Pero fue nuestra.
Diciembre fue hermoso y soleado, sus bares y restaurantes siempre tenían mesa libre y los hostales disponían de suite presidencial. Los autobuses llegaban a su hora, limpios y eficaces. No había casa vacía con pasillos a oscuras. Había un hogar cálido bajo las sábanas de cualquier parte. En tu pecho nunca fue Diciembre. Nunca pusimos guirnaldas ni nos cambiamos regalos. Nuestra Navidad fue breve y sólo nos llevamos lágrimas en la garganta.
Desde entonces, hace frío.